sábado, 5 de septiembre de 2015

Y de repente Aylan...


El pasado jueves 3 de septiembre, un cuerpecito menudo en una playa dejaba sin aliento a todo el planeta. Mojado pero, bien vestido y alimentado, con sus pequeños zapatitos, era observado por quienes tantas veces torcemos la mirada a la realidad con el ilusorio convencimiento de que no estaba muerto sino dormidito.

Me hizo recordar a todos aquellos niños que también parecían dormidos en agosto de 2013 en Siria, tras un ataque químico nocturno.

Me hizo pensar en tantos otros niños, ancianos y personas adultas que se juegan la vida a diario a causa de la guerra. 

Me hizo sentir una rabia inmensa por formar parte de una Unión Europea galardonada con el Nobel de la Paz, que levanta vallas para no dejar pasar a quienes jugándose la vida huyen de esas guerras. 

Me hizo sentir asco al recordar que el día anterior había escuchado dar la cifra de 2.739 refugiados que el presidente español, Mariano Rajoy, estaba dispuesto a recibir para "cumplir escrupulosamente con el acuerdo y la propuesta de Bruselas". El refugiado 2.740 podría ser un niño de tres años muerto en una playa de Turquía pero, el miércoles nadie conocía a Aylan, ni pensaba en ningún otro niño.

Mientras Rajoy paseaba apaciblemente con Angela Merkel por el campo alemán, miles de personas deambulaban por las carreteras del este de Europa huyendo de la barbarie. Los escrúpulos parecen quedarse a un lado desde que los medios, tras mucho debate, por no herir la sensibilidad ciudadana o por no dar a conocer la magnitud de la crisis humanitaria que ha llamado a las puertas de Europa, decidían mostrar o no la imagen de un pequeño de tres años muerto en  una playa de Turquía. Dar nombre e identidad a un niño, parece haber promovido que las conciencias empiecen a barajar la idea de que todas esas personas que huyen de la guerra, tal vez también tengan nombre y sean dignas de no morir en ninguna playa.

Mientras los países miembros de la UE intentaban escurrir un bulto que hasta ahora llamaban "inmigrantes" y que se han convertido en refugiados por obra y gracia de empezar a cruzar por tierra, aunque continúen traspasando y muriendo en el mar, seguía pensando donde demonios está Naciones Unidas.

En abril de 2015, Samantha Power la embajadora ante Naciones Unidas de Estados Unidos presentaba un video ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en el que aparecían niños asfixiándose a causa de un ataque químico en la región siria de Idleb que conmovió hasta las lágrimas a todos los presentes. De esto apenas se hizo eco ningún medio de comunicación. De que ni Naciones Unidas ni nadie hizo nada, tampoco.

El derecho internacional humanitario ampara a los refugiados, Naciones Unidas tiene que velar por los derechos humanos, la Unión Europea presume de ser una consorcio de países sin fronteras con voluntad de acoger y ayudar a sus ciudadanos y aquellos que lo precisen... en la teoría... en la práctica, nunca podré olvidar a Aylan y la impotencia y el asco que siento por haber nacido en el lugar correcto y ver como nadie quiere realmente hacer nada por quienes nacen en un lugar hostil y quieren vivir pero, vienen a morir a un lugar que para ellos no es el correcto.

Silvia Brasa 
2015