viernes, 30 de mayo de 2014

Melilla.La enfermedad crónica de las fronteras exteriores europeas.


Los Acuerdos Schengen y el Tratado de Maastricht supusieron un hito histórico en cuanto a la libre circulación de los ciudadanos miembros de la Unión Europea y otros países del continente, sin embargo la permeabilidad de la ausencia de aduanas interiores y las vallas de las fronteras del sur de Europa abren el debate entre la necesidad de solidaridad con las personas que arriesgan su vida en busca de porvenir y las medidas de seguridad necesarias para proteger a los foráneos. Intramuros europeos muchos se plantean desvincularse de Schengen para levantar la valla burocrática que les proteja de la vulnerabilidad de las del sur. En la Europa continental, el libre paso fronterizo fruto del ingente esfuerzo de unificación europea, se ha normalizado y agilizado hasta el punto de poder atravesar de oeste a este, desde el Océano Atlántico hasta Ucrania, las fronteras de ocho países sin encontrar una aduana y sin cambiar de moneda.
Es significativo el hecho de que los únicos países de Europa que presentan problemas territoriales son los antiguos imperios coloniales: Francia, Reino Unido y España. Portugal que tuvo varias posesiones fuera de sus actuales fronteras, no solo permitió la independencia de todos sus antiguos territorios sino que además mantiene excelentes relaciones con esos Estados ahora independientes. El único país que además de controversias territoriales tiene problemas fronterizos es España.
Las fronteras interiores quedaron aparentemente resueltas con los Acuerdos Schengen. A partir de su entrada en vigor comenzaron a desaparecer los controles aduaneros y la limitación de movimientos de los Schengenlanders. Sin embargo, las fronteras exteriores continuaron vigentes y han ido actualizando su regulación y protección demasiado despacio, lo que ha dado lugar a que la falta de efectividad burocrática se haya traducido en un aumento de los límites físicos que de poco o nada parecen servir.
España. La excepción que confirma todas las reglas 
España es el único país europeo y Schengen que mantiene fronteras físicas, para delimitar las ciudades autónomas Ceuta y Melilla con Marruecos. El sistema de varias líneas de vallado con distintos tipos de medidas disuasorias constituye en la actualidad el principal problema fronterizo del Estado español ya que Europa, tratándose de una de sus fronteras exteriores, poco o nada hace para solucionar el problema de asaltos masivos de inmigrantes a la valla. Y es que la principal fuente de disputa en lo que a fronteras se refiere es la inmigración. A pesar de que desde Schengen se han puesto en marcha varias instituciones judiciales y policiales de cooperación y que el acuerdo prevé un protocolo de actuación para aquellos extranjeros no Schengen que entren irregularmente en Europa, la ineficacia ha sido protagonista a lo largo de estas casi dos décadas.
Es una realidad que aumentar la altura de una valla o el número de ellas a cruzar, así como cualquier sistema técnico de vigilancia, no es efectivo en un perímetro tan amplio ya que como desgraciadamente se ha visto, muchas personas procedentes del continente africano o de los países en conflicto de Oriente Medio tratan de llegar a Europa por mar u otros medios. Las vallas de los límites exteriores separan la tierra prometida para los inmigrantes ilegales, mientras que la cooperación interfronteriza del espacio Schengen, sigue viéndose comprometida por acuerdos bilaterales como los que tiene España con sus tres países vecinos que limitan hasta extremos inverosímiles la protección en lo que a otras circunstancias ilícitas se refieren, además del paso de “sin papeles”, como son las persecuciones y vigilancia en caliente. Todavía existe en Europa la paradoja de que algunos países crean más necesario proteger las fronteras tanto interiores como exteriores de la inmigración, que reforzar los medios de seguridad y defensa contra la delincuencia, el terrorismo u otras amenazas que no supongan un compromiso económico para los Estados como es el caso de la acogida de inmigrantes.
Las vallas les impiden entrar y de algún modo encierran a quienes quieren salir pero, no protegen los límites. La Unión Europea no parece especialmente preocupada por resolver un problema que no es exclusivo de España, y Marruecos tampoco ayuda en exceso. El debate gira casi exclusivamente respecto al aumento de medidas disuasorias de carácter agresivo para que seres humanos no crucen ni por tierra ni por mar, en la masificación de los centros de acogida para inmigrantes y en la manera de efectuar las devoluciones a sus países de origen del modo más rápido posible. Se habla poco o nada de la necesidad de establecer acuerdos con estos países o de promover la cooperación policial en materia de protección contra la trata de seres humanos y cuando se menciona es casi es exclusivamente para hablar de lo bien entrenados que están los que consiguen cruzar demonizando a los supervivientes. Según Naciones Unidas, España es el tercer país del mundo a donde han llegado más inmigrantes -seis millones de personas- entre 1990 y 2013. Muchos lo intentan por mar pero hasta la tragedia de Lampedusa en Italia donde 194 personas dejaron su vida en el Mediterráneo, se había convertido en algo tan habitual, que no es mas que otra noticia con la que rellenar los noticiarios. Solo en 2006 casi 40.000 personas llegaron a las costas españolas en los llamados “cayucos” o barcas hinchables procedentes de África, escapando tanto del hambre como de las guerras que asolan sus países. Se calcula que en los últimos diez años el número de personas que han muerto en el océano Atlántico o el mar Mediterráneo ronde las 15.000.
Muertos sin nombre que el mar devuelve en ocasiones a la costa y que España, Europa, esconde en nichos con lápidas en las que solo pondrá la fecha de su aparición y la inscripción “Inmigrante nº: X”. La salvaguarda de las fronteras es imprescindible si se trata de proteger a quienes viven a ambos lados de ellas de quienes pretenden acabar con las vidas también de quienes viven a ambos lados. En Europa la seguridad de estas fronteras exteriores sirve como excusa para ignorar que como región defensora de los derechos humanos y paradigma de la convivencia pacífica, no se está haciendo nada en cuanto a la “responsabilidad de proteger” de Naciones Unidas que no establece lugar de procedencia en cuanto a quienes son merecedores de dicha protección. El problema fronterizo Europeo es mas de carácter humanitario que de seguridad y defensa pero, solo se centra en solucionar este último.
 
Según el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948: “Toda persona tiene derecho a salir libremente de cualquier país, inclusive del propio” pero a día de hoy este artículo sigue siendo ignorado por muchos países que materializan en la construcción de vallas y muros su desprecio de este derecho. Los muros que se levantan para proteger también sirven para aislar y esto constituye un hándicap importante en cuanto a la defensa de la convivencia pacífica.
 
Extracto del trabajo "Fronteras. Divisiones físicas, geográficas, legales y políticas del siglo XXI" presentado en las VI Jornadas de Seguridad del Instituto Universitario Gutiérrez Mellado de Madrid en mayo de 2014.
 
Silvia Brasa
2014