sábado, 14 de diciembre de 2013

El fracaso de los "Indignados" (Segunda parte)


Indignación por lucidez


Haciendo una suerte de coctel de datos es fácilmente deducible que la percepción que actualmente se tiene de España es muy diferente según desde donde sea observada.

Según el Observatorio de la Imagen de España del Real Instituto Elcano, desde fuera se percibe una paulatina salida de la crisis económica que mejora tímidamente la valoración de la imagen del país y del presidente del gobierno.
Dentro, según el Eurobarómetro de julio del presente 2013, el 99 % de los españoles consideraba la situación económica como mala siendo los más pesimistas de la Unión Europea (72% de medía) incluso por delante de los países con rescate económico. Los españoles superan en casi 20 puntos al resto de países de la UE con un 54%, la percepción de una situación de incertidumbre tal que les impide hacer planes de futuro y que viven al día.

Esta misma semana la organización no gubernamental "Transparencia Internacional" arrojaba el asombroso dato en el que se pone de manifiesto que solo Siria supera a España en 2013 en la caída de puntos de percepción de corrupción oficial situándose en el puesto número 40 del mundo y obteniendo la puntuación más baja de los últimos quince años. Por el momento todavía hay países cercanos considerados como más corruptos, tales como Italia o Grecia.

Retomando la exposición de la primera parte de esta entrada, señalar que el deporte español es lo más valorado en el exterior. En el interior como ya se dijo, los éxitos deportivos han sido los únicos acontecimientos que han puesto de manifiesto una identificación masiva de la ciudadanía como nación con una bandera, una cultura y una idiosincrasia común y distintiva.
Los medios de comunicación no se acaban de poner de acuerdo en si se trata de falta de autoestima por parte de los foráneos o que la percepción que se tiene desde fuera es irreal por la lejanía y la ausencia de conciencia del día a día actual de un español medio.

El color si importa

Los recientes acontecimientos que están teniendo lugar en Ucrania son una continuación de la Revolución Naranja iniciada en 2004 como consecuencia de la protestas por el fraude electoral en los comicios en los que el actual presidente Viktor Yanukovich se proclamaba presidente. En 2005 y tras una sentencia del Tribunal Supremo ucraniano que obligaba a repetir las elecciones, Yulika Tymoshenko la opositora de Yanukovich, una de las líderes más importantes de la Revolución Naranja, se proclamó primera ministra. Renovó su mandato en 2007 hasta que en 2010 tras perder una moción de censura de la Rada Suprema –el parlamento ucraniano- fue encarcelada por delitos políticos permaneciendo a día de hoy en prisión. La Revolución Naranja está más activa que nunca con la decisión del parlamento de no acercarse comercialmente a la Unión Europea y así mantenerse en la orbita de Rusia por los importantes intereses, especialmente energéticos que le unen a su hermano del este desde que era una de las repúblicas más importantes de la Unión Soviética. Los ucranianos visten hoy en la calle de nuevo masivamente el naranja esta vez arropados por la bandera azul de las doce estrellas y es que como Javier Solana parafrasea sin descanso “fuera de Europa hace un frío que pela”. El problema es que Rusia es quien maneja la llave del gas de las calefacciones ucranianas por mucho que sus habitantes se manifiesten en pro de un acuerdo que les conduzca a una autentica democracia al amparo de la UE.

Los Camisas Rojas de Tailandia han provocado la disolución del parlamento de tailandés. Constituyen un grupo de presión política denominado Frente Unido por la Democracia contra la Dictadura. Surgió a consecuencia de las protestas de la población campesina en 2010 cuando el gobierno de Thaksin Shinawatra fue derrocado en un golpe de Estado. Hoy los Camisas Rojas se manifiestan a favor de la primera ministra Yingluck Shinawatra que promovió en octubre de 2013 un proyecto de ley de amnistía que propiciaría el regreso de su hermano, el expresidente Thaksin sin enfrentarse a prisión por la condena por corrupción que se le impuso en 2008. Antigubernamentales y Camisas Rojas se enfrentaron violentamente en las calles desde noviembre en que tomaron el Ministerio de Finanzas provocando elecciones anticipadas. Hay serias sospechas de que el Partido Demócrata apoyado por los Camisas Rojas boicotee los nuevos comicios.

La Revolución Verde se movilizó en 2009 en Irán manifestando al mundo su disconformidad por unas elecciones de legalidad más que dudosa, en las que Mahmud Ahmadinejad se proclamó vencedor. La Revolución Verde no tuvo éxito pero dio a conocer al mundo la realidad iraní, su hartazgo hacia el Régimen de los Ayatolas que impiden el aperturismo encarcelando o reteniendo bajo arrestos domiciliarios a los opositores democráticos, manteniendo la pena de muerte, siendo el segundo país del mundo tras China que más numerosamente la ejecuta e impidiendo mediante torturas, encarcelamientos masivos, extrañas desapariciones y cierre de las comunicaciones exteriores, que la sociedad de Irán se acerque a una verdadera democracia. A pesar del intento fallido de 2009 Jamenei parece haber tenido en cuenta lo ocurrido y su repercusión anterior propiciando que Rouhani ganara los comicios de 2013 dando un giro notable a su política exterior empezando por desenquistar la negociación nuclear.

Algunas otras “revoluciones de colores” han triunfado siguiendo las pautas de la revolución pacífica de Gene Sharp pero, el denominador común ha sido que el monocromatismo que las representa ha dado visibilidad exterior e identificación como sociedad a cada uno de los países protagonistas.

Se lanzaba en la primera parte de esta entrada la hipótesis de que la pluralidad cromática que se vive en España, le está restando la fuerza de voz común a las protestas, que aunque variopintas en función de sus colores tienen un denominador común. Así en el exterior, la percepción de mejora de la situación económica por las informaciones que ofrecen propios, desde el gobierno y los grupos afines y ajenos, desde las agencias de calificación, dista mucho de la crisis social que no deja de agravarse.

Democracia pero ¿cual y como?

Según Giovanni Sartori la democracia tiene tres dimensiones íntimamente relacionadas a la vez que diferenciadas: política, social y económica. La democracia política constituiría una condición necesaria de las otras dos.
En la prensa internacional a raíz de la concentración de la Puerta del Sol de mayo de 2011 y el surgimiento del movimiento 15M y diversos y numerosos grupos, asambleas y asociaciones, se destaca sobre todo el desconteto democrático social de la situación española actual y en especial de la situación por la que los jóvenes están saliendo masivamente del país en busca de futuro. Por otro lado, las noticias sobre España de los últimos cinco años se concentran especialmente en la mala situación económica. La percepción social de una democracia política corrupta alejada de la ciudadanía es la principal queja de los españoles.

Aunque los distintos grupos movilizados en las distintas manifestaciones coinciden en muchas de sus propuestas para cambiar la situación, el margen de maniobra para conseguir llevar a cabo una estratégia que realmente conduzca a un cambio institucional, pasa por una auntentica unidad de las convicciones sociales que minen de manera efectiva la conciencia política y desatasquen de una vez por todas los oídos de los representantes del pueblo.

La Iniciativa Legislativa Popular que según el artículo 87.3 de la Constitución Española permite que, con la firma acreditada al menos de 500.000 españoles se puedan presentar a la Mesa del Congreso de los diputados propuestas de ley por parte de la ciudadanía ha sido desde el inicio de la democracia un modo permanente de menos precio a la voz del pueblo. Solo la "Proposición de Ley sobre reclamación de deudas comunitarias" acabó siendo parte de una proposición no de ley que supuso la modificación de un artículo de la Ley de Propiedad Horizontal. El resto, 66 de las cuales cuatro superaron el millón de firmas, murieron por el camino. La carencia de una resistencia eficaz y efectiva por parte de la ciudadanía a ser escuchada quizás haya sido uno de los principales motivos de la sordera parlamentaria aunque muchos apuntan también al extremado civismo de la mayoría de la ciudadanía ,que a pesar de haber salido innumerables veces a la calle no ha dado lugar a una verdadera preocupación por parte de los distintos gobiernos de que la masa puede convertirse en peligrosa si no se le escucha o si como está sucediendo, se vea cada vez más carente no solo de recursos sino también de futuro.

El endurecimiento paulatino de las posiciones políticas, especialmente en esta última legislatura, da lugar a una imposibilidad de negociación por parte de la ciudadanía con el gobierno que ha hecho crecerse en la dureza de sus medidas a estos y que ha aumentado el descontento del pueblo cada vez mejor informado pero, también más desanimado e indefenso.
La Transición democrática española fue un ejemplo de ingeniería legislativa cuasi perfecta en tanto en cuanto derogó un régimen dictatorial “de la ley a la ley” y que ahora es denostada injustamente por algunos pero, mereció el aplauso internacional en lo social por el ejemplo de adaptación a los cambios de la ciudadanía sin conflictos, a excepción del consabido problema del terrorismo, que nada tenía que ver con las ansias del pueblo de abrazar el nuevo orden democrático.
Treinta y seis años después se ha llegado a un extremo de deconstrucción democrática que pretende incluso impedir por la fuerza, que los ciudadanos se manifiesten delante del Congreso y el resto de las instituciones aun no habiendo actividad. El pueblo en el que reside la soberanía está abocado a no poder decir delante de aquellos edificios donde los elegidos deciden como se regiran sus vidas que no les gusta lo que hacen. Si el Anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana, rebautizada como "Ley Mordaza" continúa en los términos acordados de inicio, un español será castigado si decide que tiene que “avisar al fontanero de que la tubería de su casa está rota, la inunda estropeando sus enseres, impidiendo el normal desarrollo de su vida y está además estropeando el techo del vecino”. Eso dista mucho de ser protección. ¿Los españoles han de ser protegidos de si mismos cuando han sido un ejemplo de convivencia pacifica?.

La historia nos susurra aunque no la queramos oír, que también los españoles han sido un ejemplo de desunión, de rupturas territoriales cuando más falta hacía que estuvieran unidos, de segmentaciones ideológicas basadas en el adoctrinamiento por parte de los poderosos, que les condujo durante décadas a odios absurdos.

Revuelta consensual

Casi todos los politólogos y pensadores concluyen que la democracia consuetudinaria es la forma más justa y equitativa de democracia y que tal vez “el acuerdo entre el mayor número de gente posible” sea más efectivo que lo que “decida la mayoría”.

Las propuestas de todos los grupos que en el último lustro a raíz de la crisis económica y la incapacidad de los gobiernos para resolverla son el sentir de la mayoría pero, no alcanzan a reunir un numero de gente tal que realmente haga cuestionarse a los representantes de todo el pueblo español que deben abandonar el anquilosamiento que les permite vivir holgadamente mientras legislan sin ton ni son. Es cada vez más sangrante ver las ruedas de prensa tras los Consejos de Ministros en los que hasta la vicepresidenta del gobierno es incapaz de dar informaciones concretas y veraces de los que se acaba de acordar y en los que las preguntas por parte de la prensa de un país, donde hay una libertad de información protegida por la constitución vigente van a ser dos escogidas por el ejecutivo. Un ejercicio de imaginación trasladando lo que está ocurriendo actualmente en España a cualquier otro país de Europa hace suponer que el estallido social sería de una inminencia tal, que se producirían ceses masivos de ministros, junto con un estudio real de un cambio de rumbo que se terciaría imprescindible.
Es difícil decidir si quienes salen a la calle en los últimos dos años expresan lo que la mayoría quiere del modo correcto o si no se producen cambios porque no sale el mayor numero de gente posible a manifestar lo que quiere la mayoría. Lo que si está claro es que el descontento generalizado no está produciendo cambio alguno a favor de la sociedad.

Se ha echado en falta por parte de algunos sectores las voces de aquellas personalidades realmente influyentes en la sociedad española y si hablan, desde mi punto de vista lo hacen susurrando, escasas veces y de modo individual y minoritario por mucho que coincidan en sus percepciones.

Tampoco se percibe la presencia de lideres que puedan llevar a cabo el cambio necesario y se culpa al anquilosamiento legislativo que cierra las puertas a cal y canto a personas capaces. A quien les escribe le vienen a la cabeza varios nombres de personas que surgieron de la nada y que incluso fueron perseguidos por sus ideas de cambio y llegaron a ser tan influyentes que no solo lograron sus metas sino que incluso llegaron a ser los timoneles de sus pueblos.

Lo positivo de la conciencia ciudadana que ha llevado a muchas personas a tratar de hacerse escuchar por aquellos a los que han votado ya que no ven reflejadas las ofertas que se les hicieron para representarles, seguirá empañado por el hecho de que la única manera de cambiar la situación actual es la de pasar por las urnas, que se han convertido en una especie de pacto con el diablo, certificado por millones de sobres que una y otra vez se someten al bipartidismo porque mayoritariamente no se considera la posibilidad de que pueda tener lugar una coalición gubernamental que obligue de una vez por todas a la representación de lo que “quiera el mayor número de gente posible”.

Muchas veces los análisis de los problemas carecen de propuestas de soluciones pero, desde que se ha iniciado esta situación en España cuya decadencia es meteórica una y otra vez acude a mi memoria José Saramago y su “Ensayo sobre la lucidez”. Para quienes no hayan disfrutado de la exquisitez de su lectura solo un ínfimo resumen: ¿qué sucedería si todo un país votara en blanco?. Tal vez debería considerarse la idea de dejar de estar indignados y comenzar únicamente a buscar el modo de recuperar la lucidez.


Silvia Brasa 2013

jueves, 5 de diciembre de 2013

Putin vs Obama

El 30 de octubre de 2013 la lista Forbes nombraba a Vladimir Putin como persona más poderosa del año desbancando a Barack Obama que había ostentado este título desde la creación el ranking en 2009, a excepción de 2010 en que fue superado por el presidente chino Hu Jintao.
Para elaborar la lista se tienen en cuenta principalmente cuatro factores: número de personas sobre las que se ejerce el liderazgo, recursos financieros que controla, las múltiples esferas en las que el candidato es poderoso y la utilización activa de su poder.
La revista Forbes ese mismo día se cuestionaba en un artículo si verdaderamente Putin era más poderoso que Obama aclarando que no se ponía en duda el poder de Estados Unidos como nación si no a su presidente.
Putin y Obama son dos líderes mundiales que representan sin ningún género de duda el cambio en las relaciones internacionales y en sus propios países. La comparación resulta tan curiosa como interesante.
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¿Quién es quién?

Vladimir Putin nació en Leningrado hace 62 años. Fue nombrado por Boris Yeltsin tras la desintegración de la URSS como presidente interino en 1998 tras un meteórico ascenso al poder y elegido presidente de la Federación Rusa de 2000 a 2004, revalidando ese año su cargo hasta 2008. Sucedido por su vicepresidente Dimitri Medvedev, continúo como Primer Ministro hasta que en 2012 fue nuevamente elegido presidente.
Es calificado como un hombre frío, de trato difícil; son conocidas sus durísimas declaraciones especialmente por su gestión en el hundimiento del submarino Kursk, la crisis de rehenes del Teatro Dubrovka y su forma de resolución de los conflictos con Chechenia y Georgia en su primer mandato. Hace oídos sordos en lo que se refiere a las críticas recibidas por su falta de respeto por los derechos humanos y hasta el momento ha hecho piña con China en las decisiones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Barack Obama nació en Honolulu. Tiene 52 años y lleva ejerciendo cargos políticos desde 1997. Fue senador por Illinois y el quinto senador afroamericano de Estados Unidos de 2005 a 2008, año en que fue elegido por el partido demócrata como candidato a la presidencia. El 4 de noviembre de 2008 Barack Obama se convirtió en el primer presidente negro de Estados Unidos. Al finalizar la legislatura fue reelegido en 2012 coincidiendo así con Putin en la presidencia de sus respectivos países.
Sus dotes comunicativas y su simpatía le convirtieron tras su primera elección, en el líder más solicitado por todos los países del mundo, ya que representaba el cambio hacia el fin el belicismo de la etapa Bush pero, esto revirtió en duras críticas en su país que le tachan de débil por haberse mantenido en un segundo plano en política internacional en conflictos como el de Libia o por su falta de determinación ante el Congreso liderado por la oposición republicana para llevar a cabo su programa electoral de carácter más social que el de su antecesor.
Lo único que parecen tener en común es que ambos estudiaron derecho y proceden de familias humildes

2012. Juntos pero no revueltos

Una de las propuestas más atractivas de Obama en su programa electoral fue el inicio de la Política de Reset con Rusia para promover un acercamiento que finalizara con las relaciones heredadas de la Guerra Fría y conseguir un nuevo compromiso de desarme nuclear de ambas potencias. De este modo se cumplían las continuas solicitudes de Rusia de ser tratada de igual a igual por Estados Unidos. Con Medvedev a cargo de la presidencia y a pesar de que se le consideró por la comunidad internacional y por su propio país, como un títere de Putin, las relaciones se descongelaron y se produjeron importantes acuerdos en materia de seguridad y defensa que tuvieron como punto culminante la firma del START III (Tratado de Reducción de Armas Estratégicas por sus siglas en inglés) que equilibraba estratégicamente a ambas superpotencias.
El 1 de mayo de 2011, Osama Bin Laden, el hombre más buscado el mundo y líder de Al Qaeda, era asesinado en Pakistán en una operación militar acallando las voces de los que tachaban de blando al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, aumentando su popularidad en once puntos tras el anuncio de la captura, aunque seis de cada diez estadounidenses se mostraban preocupados por las posibles represalias.
En 2012, el principal punto de controversia en la agenda internacional mundial era la guerra civil en Siria. Las potencias occidentales apoyaban a los rebeldes sirios que quieren apartar al presidente Al-Asad del poder, mientras que Rusia y China vetaban sistemáticamente cualquier resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que diera vía libre a una intervención que acabara con la masacre de civiles sirios.
Aunque tanto Estados Unidos como Rusia son países en liza permanente por el liderazgo mundial desde mediados del siglo XX y su visión de nación y patriotismo está protagonizado a menudo por la retórica de confrontación y lucha por la supremacía, la manera de entender la democracia es muy diferente. Estados Unidos por su propio sistema político está al servicio de las instituciones y la legalidad instaurada desde su creación en 1776  para fortalecerse internamente. Su política exterior se ha basado históricamente en mostrar su hegemonía a través de la superioridad de medios para ejercer su poder con o sin consenso internacional buscando congratularse con países a los que convertir en aliados, algo que se ha visto reforzado en las dos ocasiones en las que Europa reclamó su ayuda para resolver sendas Guerras Mundiales iniciadas en el viejo continente y en los posteriores conflictos que han tenido lugar en otros puntos el planeta y que afectaban a intereses propios o ajenos.
Rusia sin embargo, tras la desintegración de la URSS y la caída del sistema comunista tiene una visión de la democracia que se basa más en la estatalización del sistema político, se sirven del gobierno para manejar las instituciones y fortalecer el Estado en un ejercicio de retroalimentación que le devuelva la fortaleza que tuvo como país durante la Guerra Fría. Así, las leyes han sido modificadas a lo largo de los últimos veinte años atendiendo tanto a la apertura a la ciudadanía hacia la participación política, como para mantener privilegios por parte de la cúpula dirigente que no ha variado más de lo que inicialmente Yeltsin y luego Putin ha permitido.  Putin fue reelegido en 2012 tras una modificación legislativa que derogaba la imposibilidad de que se presentara nuevamente como candidato. En Chechenia obtuvo un más que dudoso 99, 97% de los votos emitidos y la OSCE denuncio graves irregularidades en el recuento de votos en todo el país. Su política exterior se ha basado desde el nacimiento de la nueva Rusia democrática, en recuperar su liderazgo, aprovechar su supremacía como país dueño de las mayores reservas energéticas el mundo, así como la procura de la confianza de la comunidad internacional. Hoy las relaciones entre Rusia y Estados Unidos son mucho más fluídas que entre Rusia y la Unión Europea.

Apostando por la paz

En octubre de 2009 y cuando aun no hacia ni un año que Obama había sido elegido presidente de los Estados Unidos por primera vez, el Comité de los Premios Nobel anunciaba que se le otorgaba el Premio Nobel de la Paz «por sus esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos» destacándose por su «visión de un mundo sin armas nucleares». El galardón estuvo rodeado de grandes debates que mostraban su desacuerdo por la falta de merecimiento de dicho premio que parecía más un impulso para que el presidente llevara realmente a cabo una política internacional que tendiese hacia el acuerdo y menos al recurso de las armas y una invitación a las negociaciones que acabaran con los problemas en Oriente Medio así como el conflicto Palestino-Israelí.
En 2013 Putin fue propuesto como Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para conseguir un arreglo pacífico el conflicto sirio.
Las relaciones entre Rusia y Estados Unidos que pasaron por difíciles momentos cuando Edward Snowden, exempleado de la CIA y de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional por sus siglas en inglés) reveló la existencia de programas de vigilancia indiscriminada por parte de los Estados Unidos, haciendo públicos documentos clasificados como de alto secreto y provocando un conflicto diplomático de escala planetaria. Snowden fue a refugiarse a Moscú en julio de 2013 donde finalmente Putin le dio asilo temporal de un año aunque inicialmente trataron de deshacerse de él.
La cumbre el G-20 que tuvo lugar en la capital rusa a principios de septiembre de 2013 estaba marcada por el caso Snowden y la amenaza de Estados Unidos de utilizar la fuerza tras los ataques con armas químicas que Al-Asad perpetró a finales de agosto del mismo año. A partir de entonces parece haberse iniciado la reconversión de Putin en pacificador y protagonista de las resoluciones de todos los conflictos mundiales paralelo al desprecio de las acciones iniciadas por Obama que se retira a un segundo plano cuando los acuerdos están en marcha.
Manifestando en repetidas ocasiones tras los ataques químicos del régimen sirio que seguiría apoyando a Al-Asad y vendiéndole armamento, Putin recogió hábilmente el testigo cuando el jefe de la diplomacia americana John Kerry, dijo en rueda de prensa que cabía la posibilidad de una reconsideración del uso de la fuerza por parte de Estados Unidos si el gobierno sirio permitía la entrada de miembros de Naciones Unidas que investigaran el ataque y la puesta en manos de la comunidad internacional de su arsenal químico para su destrucción. Putin tardó horas en anunciar que Al-Asad se mostraba de acuerdo con la negociación. Las reuniones en Ginebra de septiembre de 2013 entre los dos jefes de exteriores de Rusia y Estados Unidos, Lavrov y Kerry, sirvieron para cerrar el acuerdo y así dar vía libre al Consejo de Seguridad para destruir el armamento químico y condenar a Al-Asad por su uso. Obama había marcado como línea roja el empleo de este tipo de armamento como fin de la inacción de la comunidad internacional en el conflicto sirio que alcanza cotas de desastre humanitario más que alarmantes y Putin se dio cuenta de como podía cambiar su imagen exterior de la noche a la mañana aceptando el órdago.
Otra línea roja fue la que dibujo sobre una suerte de bomba marca ACME Benjamin Netanyahu, presidente de Israel, escenificando en la Asamblea de Naciones Unidas de septiembre de 2012 la alerta sobre las pretensiones nucleares bélicas de Irán. Esta misma semana y tras mas de una  década de negociaciones infructuosas y durísimas sanciones económicas y comerciales de Naciones Unidas y la Unión Europea sobre Irán, se llegaba un acuerdo por parte de los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y Rusia) y Alemania, el llamado 5+1, la Unión Europea y el régimen de los Ayatolas. Es inexplicable que habiendo tantos actores en el escenario de la negociación, nuevamente Putin se haya erigido en valedor de la resolución exitosa.
Putin sabe que ser aliado de Estados Unidos no da votos, sin embargo también es consciente de lo que puede suponer cambiar la retórica antioccidental por el liderazgo mundial, aunque siga sin atender los reclamos de su población que sigue manteniendo su nivel de subsistencia por encima el salario mínimo y la pensión media entre otros muchos males. Hasta 2016 no se enfrentara a unas nuevas elecciones en Rusia en donde queda mucho por hacer. Mientras tanto Estados Unidos sigue protagonizando los inicios de conversaciones que están haciendo cambiar situaciones muy enquistadas en la diplomacia mundial. Obama, al que le quedan tres años de mandato no renovable y mucho por hacer en política interior, tal vez vea reconocidos sus logros en el exterior en el futuro a pesar de su supuesta debilidad.
Mientras tanto es esperanzador ver como la disputa por el titulo de hombres mas poderosos del mundo entre los mandatarios de las dos superpotencias que durante décadas han recurrido a la disuasión del recurso de la fuerza con escaladas que amenazaban a la humanidad se decide hoy con la lucha por la consecución de la paz.

Silvia Brasa. 2013

domingo, 24 de noviembre de 2013

Europa está enferma. Extremismo y falta de autoestima

La prensa y los think tank se hacen eco últimamente del aumento de grupos extremistas radicales, especialmente de extrema derecha.
En Europa inevitablemente trae a la memoria en que acabaron todas las radicalizaciones político-ideológicas. Las sombras del nazismo alemán, el fascismo italiano o las dictaduras española, portuguesa y griega son demasiado alargadas aún.

La proximidad de las elecciones al parlamento europeo y la previsión de aumento de voto para los partidos de extrema derecha han puesto en la palestra un problema que lejos de estar superado va en aumento.

Uno de los principales rasgos en común de estos partidos es su nacionalismo, que revierte en antieuropeísmo, con lo que convierten en un contrasentido sus aspiraciones políticas en el seno de las instituciones de la UE, a menos que, la pretensión sea destruirla desde dentro además de alimentarse de los fondos económicos que les proporcionen los escaños que puedan conseguir para seguir en la pugna de aspiraciones de poder nacionales. 

Quizá los impulsos atávicos que aún revolotean en los corazones de alemanes, británicos y franceses –la memoria del poder, de la influencia internacional y de la ambición nacional-puedan aún entrar en juego: algunos británicos todavía recuerdan el Imperio; algunos franceses todavía lloran la glorie; algunos alemanes todavía buscan su lugar bajo el sol. En la actualidad estos deseos se encauzan principalmente dentro el magnífico proyecto europeo; sin embargo podría encontrar una expresión más tradicional. Pero sería mejor todavía si los europeos  pudieran ir más allá del miedo y la ira que les suscita el coloso proscrito y recordarán, una vez más, la necesidad vital de contar con un Estados Unidos fuerte incluso predominante por el mundo y especialmente por Europa”.

El párrafo pertenece al libro “Poder y debilidad” de Robert Kagan de 2003, que una década después no resulta anacrónico. Atendiendo a muchos de los europeístas tanto fundadores como continuadores que pugnan por unos Estados Unidos de Europa, resulta interesante realizar un análisis comparativo entre la Unión Europea actual y los Estados Unidos para tratar de encontrar un diagnostico al grave mal que acucia a la UE. Por partes.

Poderoso caballero don dinero.

La crisis económica, iniciada en Estados Unidos que se extendió rápidamente por el mundo globalizado fue el inicio del descubrimiento de que las instituciones europeas estaban enfermas. 

El hecho de que la crisis se recrudeciera en Europa y se haya enquistado haciéndose más duradera ha ayudado a que dicho síntoma sea tan importante. En ninguna de las crisis económicas sufridas cíclicamente a lo largo del siglo XX se ha cuestionado nunca la existencia el dólar como moneda de supremacía mundial. El patrón oro se eliminó pero ningún estado de los Estados Unidos ni otros países cuyas transacciones se realizan en dólares se plantearon abandonar su moneda. En Europa, sin embargo, la crisis ha sido bautizada como “Crisis el Euro” ya que inicialmente se pensaba que la dependencia el Banco Europeo, la falta de una regulación fiscal única y que los países no dispusieran del mecanismo de devaluación monetaria en función de sus necesidades era la causa de que, no solo parecía de difícil resolución el problema de solvencia económica de algunos de los estados miembros, sino que además parecía irse agravando por momentos. 
Es cierto que la falta de un control más exhaustivo de los déficits de los estados de la UE ha promovido que el problema fuese aumentando sin visos de solución hasta que se rescató a Grecia pero, volviendo al tema que nos ocupa todas las decisiones que se debían adoptar pasaban por la aprobación de imposiciones del gobierno alemán, el más fuerte de la UE en todos los aspectos. Esto ha promovido un odio hacia Alemania y su canciller fruto de la impotencia y la reticencia especialmente de los otros 16 miembros de la Eurozona, para admitir la posición de poder que Alemania ostenta. 
Nadie parece recordar que la con la unificación, Alemania tuvo que asumir de la noche a la mañana a once millones nuevos de ciudadanos que vivían precariamente y cuya estructura económica e industrial se basaba en la economía comunista impuesta desde la URSS que se desintegró en una larga agonía. La UE no padeció crisis alguna en ese momento ni se tomaron medidas de especial relevancia para afrontar la nueva situación. Sin embargo, estos partidos de extrema derecha ensalzan entre sus principales dogmas la necesidad de abandonar la moneda única, que hasta la crisis ha sido durante varios años mucho más fuerte que el dólar, su principal competidora. A fuerza de repetirlo una y otra vez pretenden que la salida del Euro conllevaría una recuperación del poderío económico nacional. Es posible que los futuros votantes de estos partidos no sean conscientes de que el país que abandone el Euro competirán con él, con el dólar y con la precariedad que les va a suponer hasta que la nueva moneda se haga fuerte y sea fiable.

¿Quiénes son los extranjeros?

Las sucesivas incorporaciones de estados miembros alcanzaron su punto álgido cuando la UE acogió a los países de la Europa del Este miembros de la desmembraba Unión Soviética comenzando a compartir frontera con Rusia. Aunque algunos no forman parte de Schengen muchos de los ciudadanos de esos nuevos Estados miembros comenzaron a moverse por la UE. Entre ellos muchas personas de etnia gitana procedentes especialmente de Rumania y los países que formaban parte de la antigua Yugoslavia. 

Muchos son refugiados de la guerra de los Balcanes de los años 90 víctimas de la limpieza étnica que la UE gestionó tarde y mal. Francia es quien parece tener un problema más grave con los gitanos pero, más que un problema xenofobo parece una cuestión de asunción de las realidades de una comunidad con unas características propias y diferenciadas que los distintos gobiernos europeos y especialmente el francés disfraza de inseguridad, violencia y desordenes públicos.

Los gitanos no se sienten parte el sistema institucional que no les ofrece ninguna oportunidad real de abandonar la situación de pobreza en la que viven mayoritariamente.  Permanecen a merced de lo que el sistema quiera hacer con ellos sin renunciar a su cultura o modo de vida. No se integran no solo por no renunciar a su identidad sino porque son meros observadores de un juego de equilibrio en el que el Estado hace trampas. Muchos gitanos no tienen sensación de privación, son las comunidades en las que están inmersas las que interpretan que su modo de vida no es el adecuado. Algunos consiguen adaptarse a las normas que se exige a los extranjeros aunque ya haya generaciones foráneas pero, aún siendo nacionales, se les sigue tratando como extranjeros. Quizá les interese la invisibilidad que les transporte a la integración o quizá no se revelen por falta de expectativas de solucionar un problema cuyo origen y persistencia no se entiende por ninguna de las partes.

Del mismo modo los refugiados cuando llegan al país de destino lo hacen con la esperanza de que su vida como poco no corre peligro, no tienen nada que perder precisamente porque no tienen nada. La cultura de solidaridad arraigada en Europa no ha sido suficiente como para resolver la situación de personas cuyo principal problema y motivo de ausencia de inmersión en el lugar de acogida es una desconfianza irracional al extranjero pobre. 

Los estudios demuestran que no son ninguno de estos grupos los mayores protagonistas de delitos de cualquier tipo  y su conflictividad responde más a un problema de desigualdad económica.

Volviendo a la comparativa con Estados Unidos que sufrió hasta que finalmente se firmo el Acta de derechos civiles en los años sesenta, un grave problema de desigualdad racial, no puede ofrecer un mejor ejemplo de superación, de lo que incluso fue una motivación de la Guerra Civil estadounidense que el hecho de que el presidente electo es negro. Es inimaginable en un país de la Unión Europea en un futuro cercano un alto cargo de Francia, por ejemplo, gitano. Los negros estadounidenses quieren ser ciudadanos de pleno derecho, persisten problemas de discriminación racista o xenófoba pero la multiculturalidad del país, y que los problemas mencionados no presenten una preocupación para la seguridad nacional son un síntoma más, para plantear la hipótesis de que es más una cuestión de rechazo a los extranjeros que realmente no lo son y que como ciudadanos miembros de la Unión Europea debería de tener el mismo nexo con la sociedad. El problema ya toma tintes dramáticos cuando se plantea la posibilidad por parte de algunos países de cerrar sus fronteras a la emigración de cualquier tipo.

¿De dónde procede la amenaza?

Hasta después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos carecía de lo que en los Estados europeos equivaldría a un Ministerio de Interior. No se entendía la posibilidad de amenazas intraestatales que requiriesen una atención especial por parte de Washington. ¿Qué ciudadano americano, de ascendencia extranjera y a los que tanto les había costado hacer nación iba a querer atentar contra sí mismo? El ministro de interior francés interpreta como amenaza interior la presencia de gitanos en su país pertenecientes a la UE. 

El islamismo radical se manifestó así como una amenaza real de aquellos a los que durante generaciones habían sido educados para odiar a América. Sin embargo, el mar compartido entre Europa y  los países de mayoría religiosa islámica puede ser atravesado incluso en lanchas de juguete jugándose la vida. Es más fácil llegar a las costas europeas que aterrizar en cualquier otro país que no sea parte de la UE. El refuerzo de las fronteras en países como España se realiza con concertinas (alambres de espinos incrustados en las vallas) como muestra de la falta de una regulación eficaz de la UE que aún teniendo una institución como FRONTEX no acaba de clarificar sus competencias y homogeneizarlas en todo el territorio.

La presencia creciente de musulmanes en muchos países de Europa que tratan de mantener sus prácticas religiosas y culturales en países mayoritariamente laicos ha sido otro de los eslóganes que los extremistas radicales han asumido para captar votos. 

En cuanto al problema que presentan las comunidades musulmanas especialmente en la cuestión de los derechos de las mujeres que en Europa, al menos de iure, son prácticamente equivalentes a los de los hombres, para los musulmanes son inadmisibles y no se acepta que sus mujeres no sigan ciegamente lo que les imponen sus padres y esposos. Lo que en Estados Unidos es únicamente un problema de seguridad relacionando el islamismo con terrorismo, en la Unión Europea además es un problema religioso, social y de derechos. Esto llama a la polarización ideológica a muchos ciudadanos que no aceptan que se cedan espacios para mezquitas, porque el rechazo a la proliferación de una comunidad religiosa creciente, bien porque las religiones se han quedado al margen de las estructuras de los Estados con no pocos esfuerzos, bien porque en otros Estados la religión católica sigue teniendo la hegemónica socialmente y cuenten con apoyo institucional e incluso reconocimiento constitucional.


Los políticos son el reflejo del pueblo

La desafección política y la desconfianza de los ciudadanos por quienes les gobierna forma parte también de la sintomatología del extraño mal europeo. La cesión de soberanía a la UE por parte de los Estados miembros que debería suponer más fortaleza para todos tanto juntos como por separado es otra de las armas arrojadizas de los extremistas. Mientras los Estados-nación sigan pensando que su fortaleza reside en mantener su identidad sin admitir que su calidad de estados miembros les ha aportado a pesar de ello tantos beneficios, la estructura de la Unión Europea será endeble.

Los ciudadanos europeos no saben que lo son porque nadie se lo ha contado. Una de las principales carencias de la UE ha sido no saber “criar” ciudadanía europea. Dos generaciones después de la creación de la Unión Europea los ciudadanos de los países miembros no saben que significa pertenecer a un ente supranacional que ha conseguido unir a 28 países bajo unas mismas directrices. El pasado 2012, los propios europeos criticaban la entrega el premio Nobel de la Paz a la UE. Los ciudadanos de la UE no se quieren como tales. Sería cuanto menos curioso que Estaos Unidos que lleva más de un siglo sin una guerra dentro de su territorio fuera el galardonado. A la UE que nació tras dos guerras mundiales y a quien se la premia por sus mas de 65 años de convivencia pacífica por la superación de unos odios que parecen crecer en un modo alarmante se hubiera rasgado las vestiduras.


La apertura de fronteras de 1993 con la libre circulación de personas por los países miembros de la UE fue un logro impensable en anteriores décadas y parecía  una suerte de borrado de líneas divisorias más allá de lo meramente geográfico. No está claro si el problema real de Europa es el extremismo radical de derechas, la polarización política hacia ideologías con propuestas separatistas, xenófobas y racistas y que apuestan por mas desigualdad social que se está manifestando como principal síntoma de la enfermedad. La falta de euroautoestima ha de convertirse en tolerancia a quienes dentro de las desigualdades forman parte de un ente común, que nació tras el sueño de un lugar que ejemplificara la convivencia tras millones de muertos que siguen dando vida al recuerdo de lo que puede producir el odio.

Silvia Brasa. 2013

sábado, 9 de noviembre de 2013

Mariano Rajoy, el antilíder.


Cuando proliferan la importancia del liderazgo y los cursos para enseñar técnicas que puedan inspirar, alentar y fundamentalmente saber utilizar las llaves que el poder de que el grupo dirigido consiga unas metas comunes, resulta paradójico que en muchos países europeos, los jefes de gobierno sean la encarnación de los valores y cualidades contrarias a lo que caracteriza a un líder.  Sin embargo el uso de la psicología política que hábilmente ha sabido leer el momento histórico social puede dar una explicación a por qué un hombre que representa la antítesis del liderazgo, no solamente haya conseguido convertir en presidente de un grupo político mayoritario, en jefe de gobierno y que a pesar de la impopularidad, el descontento y la crítica generalizada mantenga después de casi dos años en el poder, una intención de voto que aunque decreciente le mantendría al frente del gobierno una legislatura más.

El rey ha muerto. Viva el rey.

En la legislación española al contrario de lo que ocurre en la norteamericana por ejemplo, no existe norma alguna que obligue a una democracia interna en los partidos políticos. Tampoco hay una limitación en el número de legislaturas que un presidente puede acumular. José María Aznar propuesto como sucesor de Manuel Fraga para una renovación y refundación de Alianza Popular, el partido que aglutinaba a liberales, conservadores y democristianos fue el elegido en 1989 como vicepresidente del nuevo Partido Popular que lideraría Fraga, siendo candidato Aznar a las elecciones generales de ese mismo año y elegido en 1990 como presidente del partido. En esas elecciones el PP conseguiría que Felipe González no alcanzara una tercera mayoría absoluta por un solo diputado a pesar del desastroso final de década protagonizado por múltiples escándalos tanto dentro del partido socialista como en el gobierno. El carisma de González era incontestable dentro y fuera de España.

Como luego ocurriría con Mariano Rajoy Brey, Aznar obtuvo el respaldo prácticamente unánime de los miembros de su partido a pesar de ser un desconocido para la ciudadanía. A quien se estaba dando realmente el beneplácito, que no el apoyo pues no lo necesitaba era al verdadero líder del partido, Fraga, como más tarde se hizo cuando Aznar propuso a Rajoy como sucesor sin que hubiera ningún otro oponente. A  José María Aznar, que tras ser elevado a delfín de Fraga, se autocalificaba como “un hombre normal, sin patrimonio personal, ni político” se le auguraba un corto futuro por su ausencia de determinación, fuerza y carisma para hacer mella en la sombra cansada y cada vez mas ajada de Felipe González. José María, tímido, introvertido y de pocas palabras, supo esperar mientras crecía en experiencia. La campechanía, veteranía y cercanía de González, chocaba frontalmente con la imagen de señorito castellano de Aznar.

 Los dirigentes aliancistas estaban tan fraccionados como más tarde los estuvieron los populares en los dos nombramientos de sucesión pero, si algo ha tenido siempre claro el partido que ha ocupado el espectro de la derecha española es que la unión hace la fuerza y fortalece por ende al líder. Así ocurrió con ese Aznar duro y frío de los comienzos que luego y tras fumarse un puro, literalmente con los pies sobre la mesa con el líder de la superpotencia mundial George Bush y apoyarle contra mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ganar unas elecciones, ya con González fuera de juego y revalidar su poder por mayoría absoluta, la más amplia de la historia de la democracia española, nombró a Rajoy como sucesor. Ni a Rodrigo Rato, de quien dijo había rechazado hasta dos veces la propuesta, ni a Álvarez Cascos, su fiel escudero ni a Mayor Oreja, el mejor valorado por los ciudadanos.

Desconfianza y falta de valoración

Rajoy hombre gris, funcionario de carrera y en apariencia de corazón llegó a la lucha por las elecciones generales de 2003 tras un nefasto periodo como portavoz del gobierno en el que sus declaraciones en la crisis del Prestige y el apoyo del gobierno español a la intervención de Estados Unidos en Irak, el accidente del Yak-42 , partía como favorito para ganar las elecciones contra José Luis Rodríguez Zapatero, el nuevo desconocido esta vez socialista, que prometía sobre todo talante a una ciudadanía cansada de bravuconadas pero, sobre todo indecisa ante la conveniencia de mantener lo malo conocido. Los buenos resultados económicos avalaban a los Populares pero la valoración de Mariano Rajoy como político nunca fue buena y nunca lo ha sido. Sus propios electores le concedieron un aprobado raspado justo antes de su vitoria electoral en 2011, con un Zapatero desgastadísimo por su desastrosa gestión de la crisis económica. Sólo consiguió superar al presiente del ejecutivo un mes antes de celebrarse las elecciones en las que resultó ganador. Algo que nunca había ocurrido en ningún gobierno democrático y que tampoco tiene precedentes en Francia o Reino Unido con líderes como Sarkozi, muy mal valorados en sus últimos años al frente del poder.

El carisma de la no estrategia

Un líder carismático tiene una personalidad arrolladora, que inspira con su discurso, que transmite los anhelos de su proyecto y esperanza de que estos se van a realizar. Los deseos, que la ciudadanía cree capaz de ser materializados por el líder, a veces de modo consciente y a veces inconscientemente, se manifiestan fundamentalmente de dos modos: la seguridad de un manejo eficaz y eficiente de las situaciones y la  unión con un grupo potente.

Mariano Rajoy era percibido en 2011 como un opositor y candidato a la presidencia del gobierno de España falto de proyecto y de propuestas concretas a la solución de los graves problemas que acuciaban al país. Sin embargo amortizó su carácter serio para dar a entender que “los expertos”, un gabinete de tecnócratas que realmente supieran hacer funcionar de nuevo la maquinaria española, sin explicar quiénes ni cómo sacarían a España del atoalladero económico.  Leer durante sus intervenciones en el debate con Pérez Rubalcaba fue tan criticado como su excesivo maquillaje o la falta de determinación a la hora de responder a las continuas interpelaciones de su oponente ante la falta de claridad de su proyecto.

Valor: “se le supone”

Esto rezaba en las Cartillas Militares de los soldados de reemplazo españoles que realizaban su servicio en el Ejercito en tiempo de paz y no habían tenido tiempo de demostrar su valor en combate. Mariano Rajoy tampoco había “combatido” pero sus votantes le suponían capaz de liderar el gobierno por esa pertenencia a un grupo fuerte y cohesionado. Un hombre que a pesar de las criticas de propios y extraños se mantenía imperturbable y que sería avalado además por la demostrada concurrencia de los votantes de clase media-alta, varones, con un nivel superior de estudios, ideología conservadora y liberal que acuden mayoritariamente a votar. En las elecciones de 2011 no iba a ocurrir como en 2004 donde tras los atentados del 11 de marzo, se alcanzó la más baja abstención en España en unas elecciones generales y el voto socialista movilizó a más de un millón de electores, socialistas o no, simpatizantes de izquierdas haciendo uso del voto útil o no, indecisos o no.
Para entender la emergencia de un líder o de un jefe de cualquier organismo es imprescindible ver el entorno que le rodea en el momento de su encumbramiento. El descontento social con las políticas de Zapatero, la desconfianza del continuismo socialista, la necesidad de un cambio por probar algo nuevo arroparon el triunfo de Rajoy. Mariano ofrece además una imagen que invita a pensar en la ausencia de incertidumbre, de sorpresas, en que es un gestionador serio.


La crisis es una responsabilidad de todos

Al principio de su mandato, el Presidente trató de ejercer de líder ya que como tal surgía en un momento de crisis y desesperanza y para incentivar la cohesión social. Él y su gobierno hacían peticiones de sacrificio a la ciudadanía para conseguir el bien común. Culpaban a unos de haber “gastado por encima de sus posibilidades”, los malos ciudadanos ignorantes que se habían dejado engañar con hipotecas y se habían lucrado jugando a ser ricos a crédito y bendecían a los que entendieran que era necesario el esfuerzo común de esos buenos ciudadanos que aceptarían subidas de impuestos, recortes de salarios y aumentos de precios en todos los bienes de consumo básicos, los patriotas que sacarían el país adelante y pagarían los desmanes de los derrochadores. Mariano Rajoy comenzó además a explotar el deseo.
No hay nada que pueda desearse más que lo inaccesible, lo difícilmente alcanzable, aquello que cuesta más conseguir. Lograrlo reporta además satisfacciones mayores que lo que conlleva menos esfuerzo. Las comparecencias del presidente se fueron reduciendo hasta ser prácticamente inexistentes fuera de los foros internacionales, recurriendo bien a su gabinete para que ofreciera las ruedas de prensa tras los consejos de ministros, bien a una pantalla de plasma en la que aparecía su cada vez más alejada imagen de la ciudadanía y que no admitía pregunta alguna que supusiera motivo de debate o controversia. Quien está lejos del barro difícilmente se enfanga con lo que así se cubrían dos frentes: la deseabilidad y la incorruptibilidad.

“Los otros”

La cohesión de grupo tan mencionada, no solo se ha visto reforzada por la ausencia de autocrítica del presidente o del gobierno actual. Las manifestaciones multitudinarias de todos los sectores de la población de la gestión que por momentos parece desnortada del gobierno del país, obcecada en el descenso del déficit, ha conseguido más adeptos a la causa marianista.
Se tacha de radicales, perroflautas y gente de mal vivir a los ciudadanos que se manifiestan en las calles, haciendo del divide y vencerás un dogma. Muchos ciudadanos no se manifiestan no porque no estén descontentos. Algunos no son capaces de admitir de modo público la penuria a la que sus familias se han visto abocadas no ya con la crisis inicial sino con el paro creciente o la inasumible subida de gastos a la que se han visto sometidos; declarando su quiebra se humillarían más y  además dejarían de pertenecer por siempre al grupo poderoso, al que no falta de nada a pesar de crisis económicas. Otros no quieren ser tachados con las etiquetas que tan eficazmente han sabido colocar desde el gobierno y el grupo parlamentario mayoritario a aquellos que se manifiestan, da igual el motivo y aprovechan hábilmente cualquier perturbación del orden público para demonizarlos más por mucho que los ciudadanos les vean como los causantes de la actual situación de España.


Recientemente, por el contrario, Mariano Rajoy daba su apoyo a las víctimas del terrorismo, a quienes se trata de politizar a favor de los Populares de modo público y notorio, aunque para ello tachara sin tapujos de injusta una sentencia del más alto tribunal supranacional al que el gobierno español está sometido. Tampoco las víctimas del terrorismo, que en la manifestación criticaban al gobierno, se libraron de ser tachados de “ignorantes” por la secretaria general del partido que Rajoy preside.

“Fin de la cita”

Si algo encumbra  a un líder al punto de hacerle merecedor de un lugar en los libros de historia son sus discursos. Mariano Rajoy es un mal orador. Tiene mala dicción, no trasmite cercanía, carece de sentido del humor  y en absoluto emociona a sus auditorios que gracias a ese sentido grupal ya vienen enfervorizados de casa, sino no se explican las ovaciones a esos penosos monólogos en los que el presidente habla con una dosis nula de pasión que contagiar.

Se hizo merecedor del calificativo de antilíder, más si cabe, en la comparecencia del 1 de agosto de 2013 en la que dio cuenta al Parlamento de la situación económica y política del país y el caso del Luis Bárcenas encausado y encarcelado por su gestión al frente de la tesorería del Partido Popular tras haber salido a la luz supuestas comunicaciones recientes de apoyo del Presidente con el reo. Repitiendo frases en pasadas intervenciones del jefe de la oposición terminaba cada una de ellas con un contundente “Fin de la cita” que fue motivo de escarnio nacional e internacional en prensa y redes sociales. Estas últimas son otra bestia negra de Rajoy y el partido de gobierno que no han sabido o no han querido darse cuenta de que la ciudadanía cada vez cuenta con más acceso a la información, de modo más inmediato y no solo no deja de demandarla sino que además interactúa y apoya a quienes son capaces de transmitirle más cercanía por unos medios directos e instantáneos.

Ese “fin de la cita” incomprensible, bien por la sospecha de que no tuviera el presidente otros argumentos que utilizar que los de su contrario, bien por su conocida torpeza, que invitaba maliciosamente a pensar que era algo que no debía leer, fue una continuación de la estrategia de culpar al legado socialista, de sus errores pasados y presentes haciendo uso y gala del “y tu más”.

Es difícil imaginar un futuro en el que alguien quiera imitar a un hombre como Mariano Rajoy Brey, en el que seguir depositando fe y esperanza de un porvenir mejor sintiéndose orgullosos de haber logrado el éxito común de un proyecto con el que hasta ahora no ha conseguido convencer, ni ha sabido vender fuera de sus propios feudos. Las últimas encuestas del CIS revelan que un 75% de los ciudadanos encuestados desaprueban su labor como Presidente y un 85% no confía en él. Se cumplen en breve pues, dos años de la mejor muestra de cómo ser un líder al frente de un país de casi 47 millones de habitantes careciendo de carisma, de magnetismo, de oratoria o de cualquier cualidad que le haga merecedor del adjetivo líder.

Dimitir, por cierto, es un verbo que un líder en España, por poco valorado que sea, no contempla desde hace más de 30 años.

Silvia Brasa 2013